• Tan solo 26 horas del gasto militar mundial son suficientes para cubrir los $5.500 millones necesarios para ayudar a la población con más riesgo.
• Según el Índice Global del Hambre, Ecuador tiene una puntuación de 11 (“moderada”) entre una escala de 0 a 100 puntos.
Quito, 20 de abril de 2021. Un año después de que la ONU ya advirtiera de “hambrunas de proporciones bíblicas”, los donantes ricos han financiado tan solo el 5% de la petición realizada por la ONU para 2021 en materia de seguridad alimentaria, que asciende a 7.800 millones de dólares.
Más de 200 ONG publican hoy una carta abierta pidiendo a los Gobiernos que aumenten de manera urgente la ayuda humanitaria para evitar que más de 34 millones de personas se vean abocadas a pasar hambre este año.
Los $5.500 millones de financiación adicional solicitados recientemente por el PMA de la ONU y la FAO equivalen a menos de 26 horas de los $1,9 billones que los países invierten cada año en gasto militar. Sin embargo, mientras cada vez más personas se acuestan con hambre, los conflictos aumentan.
“Ya sea Yemen o Siria, la financiación para responder a la crisis del hambre no se materializa. Sin embargo, se invierten billones en paquetes de rescate para empresas de todo el mundo. Los donantes deben dar un paso adelante. No es una cuestión de asequibilidad; es una cuestión de voluntad política. La base de datos de CARE nos dice que por cada dólar que ganan las mujeres, 80 centavos vuelven a la familia, en comparación con 30 centavos de cada dólar que ganan los hombres. La desigualdad de género es un factor clave que predice la aparición y recurrencia de los conflictos armados. Si no comprendemos este simple hecho, no conseguiremos prevenir o contrarrestar eficazmente la hambruna”, señala Sofía Sprechmann Sineiro, secretaria General de CARE International.
A finales de 2020, la ONU estimó que 270 millones de personas corrían un alto riesgo de padecer hambre o ya la sufrían de manera grave. Hay ya 174 millones de personas en 58 países que han alcanzado ese nivel y corren el riesgo de morir por desnutrición o falta de alimentos, y es probable que esta cifra aumente en los próximos meses si no se actúa de manera inmediata. En el Ecuador antes de la pandemia según la CEPAL, se reportó una prevalencia de subalimentación del 7,9%, y un 7,1% de prevalencia de inseguridad alimentaria, que representa 1,3 millones de personas subalimentadas y 1,2 millones de personas que padecen inseguridad alimentaria grave.
A nivel mundial, los precios medios de los alimentos son ahora los más altos de los últimos siete años. Ecuador no es la excepción, pese a que el Índice Global del Hambre, muestra que Ecuador tiene una puntuación de 11 (“moderada”) entre una escala de 0 a 100 puntos, siendo 0 la mejor puntuación (sin hambre) y 100 la peor, la falta de acceso monetario a los alimentos repercute directamente en la desnutrición que sufren los niños. Según la FAO, Ecuador es el segundo país, después de Guatemala, con la tasa más alta de desnutrición crónica en la región con el 23%.
“En Ecuador, con la entrada del nuevo Gobierno, las organizaciones de la sociedad civil hacemos un llamado al presidente electo Guillermo Lasso para que, durante su gestión, se prioricen políticas públicas que ayuden a las poblaciones más vulnerables a combatir el hambre y desnutrición, especialmente en niños y niñas”, acota Sprechmann.
Los conflictos son la principal causa del hambre en el mundo, agravada también por el cambio climático y la pandemia del coronavirus. Desde Yemen hasta Afganistán, pasando por Sudán del Sur y el norte de Nigeria, los conflictos y la violencia están llevando a millones de personas al borde de la inanición. En el caso de Ecuador el impacto del cambio climático, las desigualdades económicas y sociales, se traducen en que casi el 66% de hogares dispongan de menos de $399 para atender sus necesidades básicas (estudio PMA), entre ellas la alimentación.
Al principio de la pandemia de la COVID-19, el Secretario General de la ONU pidió un alto el fuego mundial para hacer frente a la pandemia, pero muy pocos líderes han tratado de ponerlo en práctica. Los líderes mundiales deben apoyar soluciones duraderas y sostenibles en zonas de conflicto y abrir vías para que el personal humanitario pueda acceder para salvar vidas.