Asistencia en emergencia: la crisis humanitaria de la migración venezolana

En el terminal de Carcelén al norte de Quito la familia Rodríguez espera la salida de su bus con destino a la frontera sur de Ecuador en su camino hacia Perú esa misma noche. Son las 11 de la mañana y ha salido el sol, lo que es muy bien recibido por los viajeros venezolanos que no están acostumbrados al frío de altura andina y algunos están resfriados. Carmen, de 23 años y madre de tres de los cuatro niños del grupo explica detalladamente su viaje desde que dejaron el Estado de Mérida hace diez días. Con un bebé de dos meses en brazos relata que su viaje fue mucho mejor de lo que esperaba, a pesar de que les hayan robado en uno de los aventones que les dieron en Colombia. “Perdimos el único teléfono celular que teníamos y los 30 USD que nos había regalado nuestra tía, pero eso no nos detiene”, asegura que hay delincuentes que están en búsqueda de los caminantes venezolanos por que saben que llevan todas sus pertenencias consigo. Como Carmen y su familia otros tres millones de personas se han visto forzados a dejar Venezuela según las últimas cifras de Naciones Unidas.

CARE en Ecuador ha activado una serie de acciones para asistir a los venezolanos que cruzan la frontera desde Colombia. Con Perú como su país de destino final, la gran mayoría están de paso por Ecuador y son asistidos después de haber caminado el territorio colombiano de norte a sur. Junto a World Vision, ambas organizaciones han implementado una respuesta de emergencia con el apoyo del mecanismo de atención humanitaria Star Funds. Bajo este esquema más de 1,053 personas han sido asistidas para continuar su trayecto y reciben provisiones sanitarias y alimenticias, así como guías para prevenir violencia y trata.

La gran mayoría de quienes esperan al bus de la tarde son hombres menores de 40 años que van a Perú en busca de trabajo, tienen un contacto, un familiar o una oferta, pero ninguna certeza. Algunos, como Jefferson (27 años) quien viaja solo desde hace varias semanas, probaron suerte en Colombia antes de aventurarse hacia el sur del continente. Dice que salir de Venezuela no fue una opción para él, con dos hijos a su cargo y su padre enfermo, simplemente no tuvo otra alternativa y ellos están esperando que yo les envíe dinero para poder comer. “En Colombia es posible vivir bien, pero es muy difícil si uno no tiene documentos” afirma, confirmando que las condiciones de viaje son cada vez más precarias “es casi imposible conseguir un pasaporte o actualizar el documento nacional de identidad puede ser extremandamente costoso” así la mayoría viaja sin documentación válida que les permita regularizarse, ni dinero para costearse el viaje, casi ninguno ha completado sus estudios secundarios o ha tenido acceso a servicios médicos en los últimos dos años. Jefferson cuenta que, con trabajos temporales, casi siempre como vendedor callejero ha podido pagar por el siguiente tramo de su viaje, espera encontrar estabilidad en Perú.

Igual que Jefferson, Cesar (24 años) quien es originario de Margarita ha tenido que buscar trabajos temporales o admisión a un refugio para evitar pasar la noche en la calle. Resalta la solidaridad que ha encontrado en los dos países que ha recorrido, sin embargo, sabe que el camino es muy peligroso y por eso ha buscado compañeros de viaje para poder descansar de vez en cuando. Las mujeres son las más vulnerables, dice, “en las fronteras les ofrecen trabajos y después uno no las vuelve a ver”. Desde que llegó a Quito hace dos días solo ha podido dormir en la acera fuera del terminal junto a sus compañeros en vista de que el albergue más cercano solo admite mujeres y familias. Existe también un campamento llamado Las Carpas donde el asegura que es más peligroso dormir que en la misma acera, asevera que ahí se vende droga y hay prostitución.

Las Carpas se encuentra a pocos metros del terminal. Se trata de un improvisado campamento hecho de bolsas plásticas y tiendas para acampar donde 15 niños, entre ellos dos recién nacidos, 25 mujeres y 32 hombres que incluye a cinco ancianos habitan permanentemente. El campamento fue armado hace poco más de tres meses, y recibe ayuda del Municipio de Quito que ha instalado dos baños portátiles; también receptan donaciones de diferentes organizaciones de manera regular sin embargo las condiciones de precariedad son alarmantes e indignas. Ramiro (30 años) y Laura (62 años) se presentan como organizadores, aseguran mantener mecanismos que priorizan a las mujeres y a las niñas, garantizándoles un espacio para dormir, pero además protegen la comida común preparada en una pequeña cocineta que se distribuye equitativamente entre el grupo; trabajan además por mantener limpio el lugar y deciden si hay capacidad para que más personas sean admitidas.  Dicen de todas formas no tener alternativa alguna, puesto que no pueden ir a un albergue temporal ni posibilidades buscar un empleo sostenido.

Carmen junto con su familia mira con mucho optimismo el futuro, especialmente por que dice que en Venezuela la situación no puede ser peor. Asegura que Ecuador es un país generoso ya que ella y sus hijos han sido atendidos de manera gratuita, fueron vacunados y recibieron complementos nutricionales y vitaminas, ella por otra parte recibió la primera revisión después de haber dado a luz a su hijo más joven en su casa y atendida por una familiar al no ser admitida en el hospital público.

CARE se encuentra coordinando de manera cercana con otras organizaciones en el país que participan en la respuesta a esta emergencia. Parte del trabajo de coordinación se enfoca en dos criterios, primero el uso eficiente de recursos con respecto a los puntos de atención en frontera y las principales ciudades del país donde CARE mantiene una presencia sostenida, y priorizar atención a las personas en condiciones de mayor vulnerabilidad, especialmente mujeres y niñas, traficadas o reclutadas para prostitución o que enfrenten violencia basada en género. El objetivo también fortalecer y apoyar al trabajo que junto los gobiernos de la región han implementado para la respuesta, con especial atención a la reunión de Cancilleres de la región que tendrá lugar en Quito el 22 de noviembre y a la que se espera participe una delegación del gobierno venezolano. Según informes de la Cancillería ecuatoriana, 708,935 venezolanos han ingresado a ecuador desde enero hasta septiembre de este año.

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